luns, 10 de maio de 2021

XXII

 2008-2011.

Na Galiza, en galego.

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14 comentarios:

  1. Stuck him full of arrows and then blew him to pieces.

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  2. “knocking-off time” – Slang for the end of the work day. Perhaps relevantly, the word “knocking” also appears in many phrases where it means “sex”, such as “knocking-shop” – a brothel.

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  3. she husks him in a slidely partrunicing tuone.

    “husks” – “Asks”, “husky” (sexy-voiced).
    Even as she is being rude on the surface, Lucia’s husky voice shows her subconscious attraction to Herbie’s irresistible charisma.
    “slidely” – “Slightly”, “snidely”, possibly “slide”.
    “partrunicing” – “Patronizing”, “part run icing”, possibly “runt”.
    “tuone” – “Tone”, “tune”.

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  4. Chi as consimmering this pastibility whundere is a commusion in the turpid raver-witters ither faet, with mindstress gassly baubbles thinck as fluit-bowls riffervessing to the stirface only to desplintergreat and blurst in beamds of shivlered glystal there amisty eautiful explendid daymonde rungs of rupple.
    Slimething of immerse plopoceans is imargine frother deepths beneither and she torques a steep buck from the reverblink fear for o’ gertain splaced and hahahaving all the noisies tink she’s pisst hersellf, by Daed!
    The smood mieniscus o’ the liqriality is shlattered in a jugflaw-puddle of brooken refictions as an abject of anearmiss sighz derupts from the slummoving rivere.

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  5. Fue un polvo dulce, casi conyugal, casi, pero al final, cuando ya estaba exhausta y mi cuerpo amenazaba con retornar cuerpo, extenso y sólido, a partir de aquel único nervio erizado y harto, él salió de mí, dio un par de zancadas hacia adelante sobre las rodillas, apoyó la mano izquierda en la pared y me la metió en la boca.
    —Trágatelo todo.
    Apenas tuve que hacer nada más, aguantar cinco o seis empellones que no habría podido evitar ni aun queriéndolo, porque me mantenía sujeta entre sus piernas, cerrar los labios en torno a la carne pegajosa, percibir su sabor, mi propio sabor, distinto al de antes, y tragar, tragar aquella especie de pomada viscosa y caliente, dulce y ácida a la vez, con un remoto regusto a las medicinas que amargan la infancia de los niños felices, tragar y aguantarme las ganas de toser a medida que avanzaba a través de mi garganta aquel fluido espeso y asqueroso, asqueroso, al que jamás me he acostumbrado ni me acostumbraré, jamás, a pesar de los años y de la firme autodisciplina que imponen los buenos propósitos.

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  6. El tipo empieza a ponerse a cien. Va empalmadísimo. Pero no se atreve a participar. Busca la mano de su mujer para que le haga un favor. Ella lleva un traje beige de los que se ven en las comuniones. Dice que no con la cabeza, parece que no acaba de estar convencida de querer estar ahí. Y aún menos excitada. Él insiste, amable y firmemente. Quiere que entre en el juego. Le parece que si su mujer participa, él podrá tocar a las demás.
    La chica arrodillada lleva una larguísima melena que le llega hasta la cadera. Se pasa un poco, al estilo lo mío son las felaciones. El tío sigue blandengue pero juega con su cabeza, su pelo, sus tetas. Con las piernas abiertas, está entretenido.
    Ritmos lentos, gritos reprimidos, gemidos sórdidos. Blasfemia obstinada y blanda, es una fiesta muy, pero que muy contenida. Subterránea.
    De pie en la entrada, igual que ella, un tipo lleva cinco buenos minutos mirándola. Otro acaba de llegar, empieza a hacer lo mismo pero más insistentemente. De resultas, el primero se decide, se acerca, le mete mano a la teta, vaya gesto, decidido pero prudente: ¿cómo se lo va a tomar? Le rechaza, da la vuelta para salir. El segundo tipo la agarra al paso, le lanza una mirada suplicante. Parece un vagabundo pidiendo limosna de verdad, y a punto de atacar sin contemplaciones, de tanto que quiere lo que quiere.

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  7. Ha llegado el momento del récord maratoniano. Estado lamentable. Chorreando sudor y esperma, ¿cuándo tiempo llevará mamando, pajeando, mamando y pajeando? La pelirroja sigue con lo suyo. Se las ve agotadas, intentan dar el pego y seguir pimpantes. No pueden más, no lo pueden disimular y resulta extraño. Sigue el desfile de pijos, que la meten en la boca, a la mayoría no se les empalma, pero ahí van.

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  8. Con un movimiento de dedo, tranquilo y suave, liberó su picha del calzoncillo corto, y durante un instante la sujetó, pesada y erecta, con toda la mano.4 de xaneiro de 2022, 21:40

    —¿Os hace gracia, estáis empeñados en dejarme solo? ¿Hay alguien que quiera metérmela?
    Estas palabras fueron pronunciadas con una voz estridente, áspera. Representaba la escena como una operación fantástica, y dentro de ese niño, un personaje mágico cumplía un rito tan audaz como el de las brujas, donde la obscenidad es necesaria para conseguir la cura. Delante de los albañiles volvió a hacer el mismo gesto, acentuándolo aún más al separarse las nalgas con las dos manos, y gritando con voz dolorida dirigida hacia el suelo como un humo demasiado pesado:
    —¡Animaos! ¿Os excita saber que tengo almorranas? Pues entonces, ¡venga!, ¡al ataque! ¡Meteos en la mierda!

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  9. Ao fondo da paisaxe, a chuvia esvaece as nubes cun borrón.
    Esta folla de ruta milita na xograresca.

    Xa teño gana de partir e o meu coche é un soldado.
    Non vas oíndo chifrar o seu cargamento sensible?
    As estradas comarcais parecen cadernos pautados.
    Gustaríame sucar os montes cun poema ao lombo coma os viaxantes.
    O meu coche é unha bala prateada con ritmo en vez de pólvora, e eu dígolle: “Vamos!”.
    Xuntos atravesamos vales, barrios de funcionarios,
    as grandes explotacións eólicas danme ganas de loitar contra os xigantes.
    O meu coche mais eu entendémonos sen dicirnos nada.

    Flores brancas do ibuprofeno,
    o meu coche é un soldado
    e eu dígolle: “Vamos recitar poemas
    a Monforte de Lemos!”,
    e el acompasa o seu motor ao meu rexistro, repenica, badalea
    aínda que teña metrofobia.

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  10. Sospecho que su embarazo es ectópico, que fue sodomizada por el hippie puerco al que llama «mi amor» y que el feto se alberga en algún lugar de su trasero. Esa cosa tiene pocas probabilidades de sobrevivir, pues el ph (potencial de hidrógeno) del ano humano es demasiado ácido como para permitir el normal desarrollo del embrión. Recuerdo como si fuera ayer la vez que le metí el dedito y me lo llevé a la nariz.

    Olía mal. Debería haber cauterizado sus orificios cuando supe que me iba a abandonar, hace dos años, la última vez que se quedó dormida en mis brazos. Pero no lo hice. Me negué a aplicarle mis conocimientos de soldadura autógena porque la quería, y es evidente que si estoy pensando en la nueva vida que germina en su orto es porque todavía la extraño.

    Como Ella interpuso una orden de restricción contra mí, es demasiado tarde para arruinar su preñez con procedimientos metalúrgicos, así que tendré que conformarme con inducirle un aborto espontáneo a través de mis poderes telepáticos.

    Hoy mi mantra se halla debilitado, pero sé que si dejo de beber por un par de semanas mi OMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM llegará a ella y una orgía de fuego fatuo le dejará el ano hecho chicharrón, impidiendo ese nacimiento.

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  11. Habiendo perdido su credibilidad y la regla de su juego político, lo social busca en sus desechos vivientes una especie de legitimidad transpolítica: después de la gestión de la crisis, la autogestión abierta del déficit y de la monstruosidad. –26 de febreiro de 2022, 22:10

    Isabel solo se acuesta con mongolitos. No se trata de un acto de beneficencia, pues los oligofrénicos se la pasan metiéndosela entre ellos y una papaya agujereada les daría lo mismo que el coño de Isabel. Su vida sexual se trata de aullar, babosear y descargar.

    Todo empezó hace un par de años, cuando Isabel se hartó de que sus amantes habláramos mientras nos la cepillábamos. Su odio hacia las palabras se volvió inmenso, pero mayor era su amor por la triple ración de verga diaria sin la cual no podía sobrevivir.

    Al ver que mi esposa sufría, le sugerí que empezara a follar con chapas y milicos, seres totalmente negados para ejercer el lenguaje oral, y que en el peor de los casos le podrían facilitar el acceso hacia los hermosos canes antidrogas que fueron amaestrados para violar a las mujeres «terroristas» durante nuestro último gobierno democrático. Isabel apreció mi preocupación y me dio una mamada por ser tan buen marido… Eso sí: primero me puso un calcetín en la boca para que no comenzara a decirle que la amaba.

    Al inicio la idea funcionó: policías y militares jamás articulan sonidos humanos a lo largo de toda su existencia. El problema consistía en que después de follarse a Isabel siempre nos desvalijaban la casa. Por ese tiempo yo le vendía drogas al Presidente de Olimpiadas Especiales, y en cierta ocasión que fui a su oficina a entregarle «la merca» encontré al venerable anciano siendo sodomizado por un gimnasta mongolito. A cambio de mi silencio, me paga el doble de lo acordado y permite que mi esposa tenga libre acceso a los favores sexuales de los retardados.

    Los mongolitos folladores son buenos chicos: salvaron nuestro matrimonio y no se enojan mucho si les escupo o les caigo a patadas antes, durante o después de que se follen a Isabel. Se les quita el enfado si les preparo un emparedado de pavo, al que previamente he decorado con mocos y gargajos.

    Estamos pensando seriamente en adoptar a Frickson, múltiple medallista de oro en natación, pues de todos los mongolitos que le dan verga a Isabel es el único que no necesita pañal.

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  12. Tu miedo es el santuario de mi verga, el seppuku que tejí para derrotar la prostitución que albergas en las pestañas, dimensión perfecta donde tu útero es letrina para mis caballos más hermosos, el agua muerta con la que purifico esa pequeña pústula a laque llamas vida. Es el miedo. Tu miedo.

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  13. otra tormenta de 💩26 de febreiro de 2022, 23:45

    De no ser por el Candirú, Ruth jamás se habría dejado sodomizar. Ella siempre se consideró a sí misma como hippie, y se jactaba de sus ancestros indígenas, pese a ser más aria que el propio Hitler. Parte fundamental de su hippismo barato era el negarse sistemáticamente a cualquier intento de penetración, aduciendo que fornicar es someterse… Sin embargo, toda su teoría feminazi se derrumbaba si recibía una buena mamada: nunca tuvo inconvenientes en que besara y succionara su delicada vagina, tras lo cual se limitaba a hacerme una paja.

    Si bien yo estaba hastiado de la situación y varias veces pensé en abandonarla, fue ella la que me dejó. Según Ruth, el que yo no tenga esa malsana fascinación por la naturaleza, mi desdén por sus amigos mochileros y sus cuestionables aventuras, me convierten en un tipo limitado. Así que me cambió por un parchero al que le encanta recorrer pueblos miserables, selvas infectas y confraternizar con los autóctonos. Sus últimas palabras fueron: «Me gusta la naturaleza y tú eres demasiado urbano… No se trata de ti, se trata de mí, creo que me merezco alguien mejor…Además, bebes demasiado».

    Al poco tiempo, Ruth, su novio hippie y otros herbívoros viajaron a la Amazonía. En la selva tomaron ayahuasca y se metieron a nadar en prístinos remansos de río. Pero ni toda su zoofilia reprimida preparó a Ruth para el Candirú (Vandellia cirrhosa), un pez de la familia de los peces gato que habita en la selva amazónica y siente debilidad por la úrea.

    Todo sucedió cuando, en honor a la Pachamama, los hippies se bañaron desnudos en el río y decidieron mear en los dominios del Candirú; el cual, incentivado por el amoniaco de la orina humana, suele penetrar en la uretra del pene o por el conducto vaginal. Este pequeño pez, de aproximadamente unos seis centímetros de longitud, una vez instalado en el cuerpo de su víctima, saca espinas de su dorso, con las que se aferra al tejido muscular. La sangre producto del desgarre es alimento para el Candirú, que también ingiere la carne necrosada que deja tras de sí.

    Cuando llegaron al hospital fue demasiado tarde y ni el mejor cirujano urogenital del país pudo reconstruir los órganos reproductores de Ruth. Lo perdió casi todo: labios menores y mayores, conductos; útero y trompas de falopio quedaron atrofiados de por vida. La españolísima expresión «que te folle un pez» nunca fue tan adecuada.

    Cabe resaltar que el Candirú también entró en el pene del novio de Ruth, pero a él le fue mejor, y pudo salvar su «herramienta». Obviamente, apenas se repuso, el muchacho se olvidó de la supurante Ruth y buscó otra hippie.

    Desflorada y sola, Ruth tuvo que regresar a mí. Gracias a que su vagina se transformó en una masa amorfa y purulenta, Ruth ha descubierto los placeres del sexo anal. Yo aprovecho el favor que me hizo el Candirú, pues gracias a ese simpático pescadito, Ruth me afloja su culo cada vez que se me apetece. El único inconveniente consiste en la cantidad de pomadas y lavatinas que tengo que usar para que la verga no me quede apestosa.

    ¡Gracias, Candirú!, de no ser por tus gloriosos hábitos alimenticios, Ruth jamás habría regresado para entregarme su ano. ¡Gracias mil, Candirú!

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  14. Damn it!...I tried to talk to him, and he blew me off for some vixen he's screwing

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