Existe en la Anglogalician un intelectualismo apodado high browanker, caracterizado por una incurable tendencia a citar profusamente nombres de autores, por un complejo de superioridad intelectual, un experimentalismo casi siempre críptico y, como no, la búsqueda de polémica y gresca sucia con propios y extraños. De tanto encender cerillas con el name dropping y el dedo delator, rutinariamente arde con llama salvaje la foresta en la frontera. Entonces, solo queda contar los cadáveres.
Hay una lógica.
No tengo miedo.
Os digo que nunca tuve miedo.
Esta es la última vez. La última. Así que
[ahora
No me falles.
You wanna come along? It ain't like it used to be, but, uh, it'll drink.
Esa llama vuelve a encenderse para otros porcos bravos, lejos del hogar, más lejos en su corazón que Sheffield o Port Drake. No habría sido posible encenderla si no fuera por los arquitectos y los actores de la tragedia, y aquí la encuentro desafiante, de nuevo prendida entre las viejas piedras de los nuevos blogs.
Noooon, si cando o demo non ten nada que fagueeer mata as moscas co raaabo
ResponderEliminarCarallo, merda,
Qué é isto?
Porque na raia onde se xuntan a terra e o mar sempre acontecen cousas interesantes.
LOQUEFALTABA
ResponderEliminarHiede al f.m más críptico crepuscular. Buena, aunque no es para tirar cohetes
ResponderEliminarAsí es como una entrada empieza. No con un gemido sino con una explosión.
ResponderEliminarCarlota arrodillada fela por nosotros
Siempre la foto con “alguien”, siempre el name dropping. Puros Olimpos de cocktail-party.
ResponderEliminarLas amistades tempranas se caen pronto, como los dientes de leche
Ant nascencia el ninno dicha aue. Adientro del uientre veneracion el retouo.
ResponderEliminarHodd Putt
ResponderEliminarAquí yazgo, junto a la tumba
del viejo Bill Piersol,
que se hizo rico negociando con los indios,
y luego se valió de la ley de bancarrotas
para resurgir más rico que nunca.
Me fui cansando de la brega y la pobreza,
y viendo al viejo Bill y los demás enriquecerse,
una noche asalté a un viajero por los lados de Proctor’s Grove
y ahí lo maté sin querer,
por eso me juzgaron y me ahorcaron.
Esa fue mi manera de entrar en quiebra.
Ahora los que nos valimos de la ley de bancarrotas, cada quien a su manera,
dormimos en paz,
hombro con hombro
y lo que se había anunciado noche tras noche, lo inexorable, inevitable, ya no era posible rechazarlo, era el espasmo del horror en la degradación de la muerte, en la que va a yacer rodeado por el féretro, rodeado por las tumbas, tendido para el inmóvil viaje, él, solitario y sin ayuda, sin intercesión, sin socorro, sin gracia, sin luz, sin eternidad, rodeado por las pétreas, inquebrantables planchas de la tumba, que ya no se abrirán a ninguna resurrección
ResponderEliminarMierda vino por los puentes; con pie ligero se acercó, acompañada por mariposas y pájaros silenciosamente gorjeantes, pasó a través de la superficie del espejo de mano
ResponderEliminarOh, la hierba gruesa de las obras fecundas
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